Quorum de Élderes

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La obra misional que llamamos orientación familiar

“Mi quórum consta de mucha gente maravillosa”, dijo el presidente del quórum de élderes; “Sin embargo, la Iglesia no parece ser muy importante para ellos”. Y moviendo la cabeza pensativo, agregó: “Me gustaría encontrar una forma de poder influir en ellos”.

La preocupación de este líder hace eco en toda la Iglesia; todos los barrios y todas las ramas tienen sus miembros menos activos, y todos los barrios y ramas tienen líderes que quisieran saber la forma de lograr un cambio en la vida de sus hermanos y hermanas inactivos.

Esta no es una preocupación moderna. Jesús habló de la oveja perdida, de la moneda de plata perdida, del hijo pródigo, todos los cuales habían sido parte del rebaño, del bolso, de la familia, y después se habían perdido.

Junto con estas parábolas, el Salvador dio una amonestación en forma de pregunta:

“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?

“¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?” (Lucas 15:4,8)

Nuestra asignación es clara, y con ella, el Señor nos ha dado los medios para cumplirla: la orientación familiar.

Como dijo el Pte. Harold B. Lee: “La obra misional no es otra cosa que brindar la orientación familiar a aquellos que todavía no son miembros de la Iglesia, y la orientación familiar no es ni más ni menos que la obra misional entre los que son miembros de la Iglesia” (Conf. Gral. octubre 1964)

En un discurso sobresaliente sobre la “obra de reactivación”, el élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce declaró que “la activación requiere conversión”, tanto como la obra misional lo requiere de las personas que no son miembros de la Iglesia.

Luego hace hincapié en que hay otras formas de enseñar a la gente además de las clases regulares de los quórumes y de la Escuela Dominical. “Hemos visto en los estudios realizados al respecto, que el treinta por ciento de aquellos a quienes se invita a las reuniones concurren a ellas. En cuanto al resto, la experiencia ha demostrado que si se les trata debidamente, ocho de cada diez permitirán que los líderes del sacerdocio vayan a sus hogares a enseñarles, Hermanos, ante hechos tan evidentes, ¿qué es lo que tememos? Estas estadísticas demuestran lo importante que es el no ser únicamente preocupados espectadores, porque francamente, la razón por la que se logra tan poco es que estamos haciendo muy poco.

En una ocasión alguien le preguntó a un experto tallador de madera cómo podría llegar a ser como él, a lo cual, el experto, sin vacilación alguna, le contestó: “Sencillamente, comience a tallar la madera”. Hermanos, ¡comencemos a tallar nuestra madera!” (Liahona julio 1982, pág. 77)